Nunca tengo la
certeza de lo que puede suceder en mi vida hasta que pasa. Llega esa
incertidumbre que sabes como reaccionar y no como afrontarlo. Pienso que todo
llegará poco a poco y sin reparos, pero hasta que llega ese momento, tengo
intriga, intranquilidad y mi cuerpo no se acostumbra hasta que llega. Y cuando
te llega la certidumbre, después de segundo, minutos, horas, días… se te calma
todo el cuerpo, te relajas y ya sabrás como afrontarlo.
La incertidumbre
significa que tu futuro es incierto. Es una gran duda que invade tu vida y
mente. Cuando no sabes qué va a pasar con tu vida, resulta difícil tomar
decisiones o dilucidar que camino seguir, de manera que puedes sentirte como si
estuvieras atrapado en un cruce de caminos sin un solo letrero que te indique
hacia dónde dirigirte.
Esperas aquella
llamada que nunca llega; esa sensación que se te fue en un momento de tu vida;
un soplo de viento que se llevaron tus palabras; ese roce que tuviste con una
persona a la que quieres; el beso que tiene ganas que llegue; tocar ese cuerpo
que deseas… Tantas y tantas incertidumbres que no sabes si va a llegar el
momento de que eso se haga realidad. No puedes pensar en otra cosa y pasas por
varios estados en tu vida.
El primero de todos
es la ansiedad. Tal vez no sabes qué hacer y necesitas hacer algo y comienzas a
dar palos de ciego que no te llevan a ninguna parte y puede que incluso
empeoren las cosas. Sientes inquietud, tienes problemas para dormir, estas
angustiado y te sientes impotente.
Después, cuando la
situación de incertidumbre continua, comienza a aparecer un estado de ánimo más
deprimido, es decir, más apático. Es como si fuera una fuerza que te detiene a
seguir dando esos palos de ciego o actuando impulsivamente. Te deja sumido en
un estado de vacío, pero la cual puede surgir una nueva serenidad y
tranquilidad que te permita ver las cosas con más calma y pensar más
detenidamente.
Con lo cual, lo
mejor que puedes hacer es aceptarla. De repente, te quedas inmóvil, sin hacer
nada porque no hay nada que puedas hacer ya que has empezado a aceptar tu
realidad. Reconoces la situación de incertidumbre en la que te encuentras y
reconoces que es dura, estresante… darte cuenta de lo que sientes, que
necesitas ayudas y reconocer que no tienes las respuestas, los medios ni los
recursos para afrontarla. Lo que significa ver la verdad tal como es.
Tras esa aceptación,
puedes hacer dos cosas. Resignarte y acatar lo que venga y seguir con ese
desánimo y apatía que no puedes ni respirar o esperar y a ver que sucede.
Procuras seguir con tu vida diaria, ir al trabajo, estar con tu familia y
amigas, hablar por teléfono, mirar tus redes sociales,… No te olvidas de esa
incertidumbre, solo estás esperando, que las circunstancias se vayan
desplegando por sí solas, sin forzarlas. Esperas y observas. De vez en cuando
piensas, buscas respuestas pero no es algo que ya te interese y dejas que tu
cuerpo y tu inconsciente se ocupe de buscar respuestas, mientras tú esperas con
paciencia, fluyendo con tu propia vida.
Poco a poco, tu mente
se va despejando, las ideas van surgiendo, las dudas empiezan a aclararse, vas
encontrando respuestas y empiezas a ver el camino con mayor claridad. La
incertidumbre empieza a disiparse. Y lo más importante que has hecho para no
dejarte hundir por la situación ha consistido en aceptarla y esperar con
paciencia. Y es que a veces la solución está simplemente en la actitud que
decidas adoptar. Y es esa actitud, no las grandes ideas o los golpes de suerte,
la que al final te saca del atolladero.
Por ello y para
concluir, dejas esas incertidumbres que tienes en tu vida, busca una respuesta,
poco a poco y con tiempo, que no sea lo que te coma todo tu ser y veras las
ideas más claras para afrontarla lo mejor posible. A mi al menos me está
haciendo efecto desde que estoy con esto y espero que a vosotros también.
Javier Tiene Sueño
06/02/2014